Chilla

“Esto es lo que la Semana Santa puede hacer por ti…”

… y el pregón se fue. Se marchó como aquel niño que escribía cartas a un padre ya fallecido, carcomido por la angustia y la desazón. Se marchó el pregón de manera fulgurante, apenas comenzado, dejándonos en los labios el sabor dulce de la espera jubilosa, y el amargor de recordar que ya, lo presente, se ha convertido un poco en pasado. 

“Esto es lo que Jerez, y su Semana Santa, puede hacer por ti…”, finalizó José María Castaño tras hora y poco de sensaciones, de emociones, de recuerdos. Puede recuperarte, puede hacerte un hombre nuevo, si te abandonas a los sentidos, si miras en el cristal de tu propia génesis, si conviertes tus vivencias en un espejo donde mirar cómo lo hacía tu padre contigo, y tu abuelo con tu padre, y así hasta el comienzo de los tiempos, que para eso las hermandades presumen altaneras de antigüedad.

Esto es lo que la Semana Santa puede hacer por ti. Renovarte, convertirte, transformarte. Pasión, Muerte y Resurrrección de Nuestro Señor Jesucristo con la única finalidad de la salvación humana… Como hijos pródigos de nuestro tiempo, cada Semana Santa volvemos a encontrarnos con las mismas escenas y con los mismos recuerdos, esos que te perseguirán de por vida. Los mismos recuerdos que hicieron que un día, el protagonista del pregón de Castaño abandonase su Madrid, convertida en una Sodoma de nuevo cuño, para vivir la Semana Santa tal y como la recordaba de la mano de su padre.

El hilo argumental del pregón estaba claro desde el primer compás. Devolvía, de alguna manera, las cartas de aquella producción en la que un padre le escribía a su hijo y le mostraba la Semana Santa de Jerez, aquel vídeo con el que varias generaciones se enamoraron de su Semana Santa. El pregón se convertía en un diario personal e intimista, en el que el protagonista le escribía cartas a su padre recién fallecido, contándole que había recuperado parte de su Semana Santa. Un proceso de conversión desde el escepticismo primigenio, hasta la caída final del caballo, también como un San Pablo de Tarso contemporáneo, cuando se encuentra frente a frente con la realidad de Jesús Nazareno. “En sus ojos”, dijo el pregonero, “está el perdón de Dios, y también el mío”, dejó escrito en una carta el padre antes de morir…

Pero además, es que el pregón estuvo excelentemente escrito, y magníficamente prologado por el padre del pregonero, que presentó a su hijo sin papeles ante un teatro asombrado. Con una arquitectura clásica, el pregonero fue recorriendo día tras día, -antes se acordó de la última víctima de la violencia de género en nuestra ciudad, rezando un Ave María-, pero ordenando las hermandades conforme las iba encontrando por las calles de Jerez, recuperando un horario sincronizado escrito en los folios de la memoria paterna. Así, tras un verso enamorado a la ciudad de Jerez, comenzó hablando de las Angustias, de quien dijo que es como “comenzar a leer un libro por el capítulo final…” En esos brotes de vida del pregón, ya se veía que la metáfora sería el principal argumento lingüístico del mismo. Y la usó en incontables ocasiones, algunas para el recuerdo, como aquella de San Benito de “Dios está sobre un monte de ladrillos vistos…”

Pero quien creía que el pregón navegaría de manera ardua, seca, laboriosa, por esos mares, se topó de bruces con una realidad distinta. Porque el pregón murió, precisamente, en las playas de San Telmo, donde el Cristo domina cielos y tierra, pero dejó anteriormente detalles para el recuerdo. Se nos marchó Manuel Moreno Junquera, ‘Moraíto Chico’, un amigo que tenía “una sonrisa capaz de traspasar el terciopelo del capirote, con compás de canela…”, como también lo hizo Francisco Bazán o El Torta… Y el flamencólogo Castaño supo unir ambos mundos con una facilidad pasmosa, como unió la noche y el día en el manto de la Amargura, “la Virgen que mejor suspira de Jerez”, que arrancó el óle más sincero y espontáneo que jamás se haya gritado en el Teatro Villamarta.

Un pregón distinto, pausado y medido, que recorrió con criterio – “el silencio del Santo Crucifijo es propio de un funeral de estado” – todas y cada una de las hermandades de la ciudad. Y que significó el reencuentro de un hijo con su propia vida, y de Jesús Nazareno con Jerez.

Porque claro que se puede ser cofrade, y ser de Jesús… Quién dijo que no…

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