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Oliva y la reina de las virtudes

Siempre fue así. Desde el principio de los tiempos la humildad fue la reina de las virtudes. Una conducta, un concepto difícil de encontrar en un mundo de egos y orgullos como el del fútbol. El 18 de febrero de 2013 se derrumbaba un mito del Xerez. Esteban Vigo era destituido tras acumular 14 jornadas sin ganar y dejaba al equipo azulino a siete puntos de la salvación. Ese mismo día se volvía a abrir la puerta de los sueños de Manolo Oliva. El utillero del Xerez Deportivo regresaba al cuerpo técnico del cuadro jerezano, en una jornada cargada de sentimientos enfrentados, ya que el protagonista de esta historia reconoce que la contradicción era importante: “No fue un día alegre. Yo soy un hombre de club y por mucho que el cambio de técnico me favoreciera de forma indirecta, el mal del Xerez nunca me puede beneficiar. En ese momento el club estaba ya camino del descenso. Evidentemente, eso no es bueno para mí”.

Oliva pronunció esas palabras cuando el Deportivo aún tenía alguna opción de lograr la permanencia. Su humildad es innata, espontánea, aflora de manera natural. Exactamente igual que la de aquel niño moreno que jugaba de portero en cualquier rincón del Polígono San Benito. Bajo los palos de esas imaginarias porterías comenzó a cultivarse la pasión de Oliva: “Siempre jugué de portero. Siempre. No me dio tiempo a dudar. Desde que tengo uso de razón estoy en la portería. De pequeño jugaba en el barrio y en el equipo de mi tío en La Asunción. Durante un campeonato aparecieron por allí dos ojeadores; uno del Flamenco y otro del Xerez. Yo me decanté por el segundo. Me ofrecieron hacer una prueba durante un partido para ver si me fichaban”. Y la cosa fue bien. En aquel encuentro Oliva pararía dos penaltis. Los técnicos del Xerez no lo dudaron y Manolo se incorporó inmediatamente a una de las mejores camadas de la cantera azulina.

Fernando Román, Pepe Ruíz, ‘El Tanque’ Gallardo, Mancilla fueron alguno de los compañeros que estuvieron junto a Oliva a las órdenes de Carlos Orúe o Pepe Ravelo. “Aquel equipo estaba hecho para ascender a Tercera”, recuerda Manolo. “Entrenábamos en Santa Fe o en el campo de la bombona. Yo me tenía que ir a veces andando, pero tengo que agradecer a gente como el difunto Juan Holgado o Paco Peña, que tenían moto y me llevarán hasta los entrenamientos infinidad de veces”. De aquella cantera fueron varios los que llegaron al primer equipo. Otros, como Paco Peña no sólo dieron el salto a Chapín. En el caso del defensa, alcanzó uno de los grandes de España como el Sevilla. Aquel potente central, que se ha convertido hoy en el entrenador del Xerez B, aún tiene recuerdos de aquella época: “Oliva era un gato. Un tío discreto de cara al grupo, pero que destacaba dentro del campo”. Ese felino brillaba por su velocidad o sus rápidos reflejos, pero tenía que competir contra una evidente realidad: su falta de altura. Paco Ramírez, compañero de Oliva en el filial azulino, nunca terminó de ver a Manolo triunfando en el fútbol once: “Nadie puede negar su constancia, su trabajo diario y su esfuerzo, pero sinceramente tengo que reconocer que no era uno de los que más destacaba. Por entonces, no me podía imaginar que llegaría tan lejos. Quizás le faltaba algo de altura para el fútbol”.

Pero la casualidad hizo coincidir la desaceleración de la trayectoria de Oliva en el Xerez con el ofrecimiento para incorporarse al fútbol sala. Con menos de 20 años Oliva está a punto de encontrar la horma de su zapato. Todo lo que eran defectos para los 24 pies que mide una portería de fútbol profesional, se convertirían en virtudes para los reducidos palos del fútbol sala. A Manuel Leira, por entonces presidente del Garvey Jerez Fútbol Sala y vecino del Polígono, ya le había llamado la atención la importante mata de pelo que lucía ese chaval: “Era un chico muy formalito. A mí me sonaba del barrio y me habían hablado muy bien de él. Recuerdo perfectamente la primera reunión que mantuvimos en el bar El Corregidor. Él llegó a última hora de la tarde. Venía de entrenar. En cinco minutos cerramos el acuerdo”.

En ese encuentro se unieron el hambre y las ganas de comer. Oliva estaba cabreado porque en el Xerez no progresaba y le querían ceder a un equipo de categoría inferior, mientras que el Garvey le ponía en sus narices una gran oportunidad. “En el Xerez además no me querían dar la carta de libertadad”, explica Manolo. “Yo les dije: no os preocupéis que dónde voy no me hace falta”. A la semana siguiente Oliva fue presentado como nuevo portero del Garvey Jerez Fútbol Sala. La noticia cayó como un jarro de agua fría entre sus compañeros del Xerez B. No sabían aún que se estaban despidiendo de uno de los grandes mitos del fútbol sala jerezano.

Adiós Santa Fe, hola Ruiz Matéos

Oliva deja atrás el albero de Santa Fe y tiene que empezar desde cero en la pista del Ruiz Mateos, pero a su favor contaba con una materia prima importante. Sus técnicos se encargaron de pulirla. El primero de la lista fue Younes Benlahmar, que le enseñó a competir. Pero el saltó de calidad llegaría un poco más tarde. Y es que a pesar de que el Garvey era uno de los equipos humildes de la categoría, su directiva quiere subir un escalón y contrata a un técnico brasileño. Ricardo Villaça le da al equipo y a Oliva el salto de calidad que necesitaban a base de mucho trabajo. El preparador sudamericano hace memoria y recuerda que Oliva “tenía muchas condiciones, pero tuvimos que pulir la técnica. Él nunca había realizado un entrenamiento específico, por lo que decidí ejercitarme a solas con él por la mañana y entrenar con todo el grupo a la tarde”.

Ese doble esfuerzo permitió a Oliva llegar a su esplendor. En pocos años se convirtió en el capitán de aquel equipo de División de Honor. No había una tarde en el Ruiz Mateos sin el recuerdo de una gran parada de Manolo. Era el buque insignia del club jerezano y poco a poco el nombre de aquel diestro guardameta fue tomando altura a nivel nacional. No pasarían demasiados años hasta que la selección absoluta llamó a su puerta. El paso del tiempo no hace más que incrementar la iluminación del rostro de Oliva cuando habla de ello: “Fue una experiencia única. Me acuerdo del viaje a Italia, de cada entrenamiento, de cada partido y de cada reunión en las habitaciones del hotel. Todos los jugadores hablaban de su equipos, de sus contratos, del club por el que ficharían o de cuánto estaban cobrando. En el Garvey yo ganaba 55.000 pesetas cuando fui a la selección. Con ese sueldo lo mejor que podía hacer era callarme porque me daba hasta vergüenza…”.

Manolo prefería hablar en el campo. Algo que hizo durante doce temporadas consecutivas y casi ininterrumpidamente. Solo le pudieron frenar los problemas económicos e institucionales, que provocaron la desaparición del club. Por entonces, ya había superado los 30 y las circunstancias hicieron que se desaprovecharan sus últimos años de fútbol a pesar de que tenía alguna oferta para seguir en la élite. Pero Manolo nunca saldría de Jerez. Por lo que la desaparición del equipo de fútbol sala supuso el punto y final a su carrera como futbolista profesional.

Fue entonces cuando se abrió un paréntesis en el que el deporte pasó a un segundo plano en la vida del portero. Por aquella época comenzó a entrenar a conjuntos de categoría inferior hasta que una visita a Manolo Leira, por entonces ya trabajador del Xerez, provocaría un nuevo giro en su camino. “Lo que me ofrecían era ser el ayudante del utillero y yo lo vi como una oportunidad para seguir vinculado al deporte”. La sorpresa fue importante. Algunos de los futbolistas que antes acudían al Ruiz Mateos a disfrutar con las actuaciones de Oliva, ahora le veían limpiando sus botas. Para los jugadores que venían de fuera, Manolo simplemente era el auxiliar del utillero. Dani Pendín, una de las estrellas de aquel Xerez Deportivo, descubrió la realidad durante un entrenamiento. La falta de efectivos hizo que el técnico de turno tirara del ya ex portero de fútbol sala para tapar la portería durante un partidillo. “¡Paraba más que nuestros porteros!”, relata el argentino con una sonrisa en los labios. “Yo tardé bastante en conocer el pasado de Oli. Por eso, cuando lo vi parando, pensé que podría jugar en Segunda B o en Tercera en cualquier conjunto de la zona. Ya luego me explicaron toda su historia”.

El Xerez valoró el trabajo de Oliva hasta el punto de convertirlo en un hombre de club. Pero tuvieron que ser los ojos de un mago los que vieran más allá. Al término de la temporada 2009/2010 Emilio Viqueira colgaba las botas y se colocaba al frente de la dirección deportiva xerecista. El gallego no lo dudo. En ningún momento se cuestionó el nombre del nuevo preparador de porteros. “Todas esas charlas durante los viajes, los entrenamientos, los partidos… me hicieron ver que el puesto de utillero le venía pequeño. Lo comenté con gente cercana, como Vicente Moreno o Chema, y todos me animaron a apostar por Oliva como preparador de porteros”.

Pero no para todos fue tan sencillo entenderlo. Javi López fue el técnico del Xerez tras el descenso de Primera. El catalán no comentó públicamente nada, pero la distancia del tiempo permite recordar a Viqueira que “Javi no estaba muy convencido. Para él no era fácil entender que el utillero sería el preparador de porteros. Por eso quedamos en que Oli estaría unas semanas a prueba”. Aquel examen no pasó del tercer día. La forma de trabajar y las horas de dedicación de Oliva convencieron al entrenador inmediatamente.

Ese primer año en el cuerpo técnico el equipo roza los puestos de ‘play off’ al término de la temporada. En el curso siguiente Manolo tiene continuidad tanto con Merino como con Moreno en el banquillo, pero la llegada de Esteban con su equipo técnico al completo devuelve a Oliva al puesto de utillero: “Ese día lo paso mal”, no puede más que reconocer el que fuera buque insignia del fútbol sala jerezano. “Me dolió porque no entendía que llegara un cuerpo técnico al completo cuando se suponía que éramos una entidad en crisis y en concurso de acreedores. Pero no me quedó más que aceptarlo, poner una sonrisa y pensar que tenía que volver a ser el mejor utillero de Segunda División”.

Pero ese planteamiento no le duró demasiado. La destitución de Esteban Vigo en mitad de temporada le permitió volver a subir un importante escalón: regresar al cuerpo técnico. Como siempre, Manolo afrontó el cambio de la mano de la reina de las vitudes: la humildad.

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