Quien me iba a decir que Serrat por una parte y por otra Larry Page y Sergey Brin, aquellos dos estudiantes de la Universidad de Stanford precursores de Google, me iban a llevar por los caminos de la arbitrariedad.
Mi tarde jerezana entraba en el ocaso cuando en el salón de casa el ruido ensordecedor del aire acondicionado hacía de perfecta melodía de acompañamiento a los primeros acordes de un tema del cantautor catalán…”fue sin querer, es caprichoso el azar, no te busqué ni me viniste a buscar”.
El azar, “bendito azar” fue el mejor de los sherpas nepalíes que me llevó casi sin enterarme al inesperado encuentro en la red con la dichosa absoluta arbitrariedad.
Tampoco es baladí, más bien paradójico, sintónico y casi premonitorio, que en las casi millón y medio de referencias en Google, la primera de ellas del susudicho concepto aparezca unido inexorablemente a nuestra ciudad. Hay uniones encomiables y hay otras que no lo son tanto. Jerez y el vino, Jerez y lo caballos, Jerez y el flamenco y ahora por mor de Google, Jerez y la absoluta arbitrariedad.
La Real Academia de la Lengua sigue definiendo la arbitrariedad como acto o proceder contrario a la justicia, la razón o las leyes, dictado solo por la voluntad o el capricho. En este sentido todo parece indicar que la arbitrariedad se ha instalado en nuestros gobernantes locales desde que el Tribunal Superior de Justicia dictaminase que la elaboración del listado de los incorporados al ERE municipal estaba sustentado por el “fusilamiento” de uno de los principios consagrados en el artículo 9 de la Constitución.
Recientemente hemos conocido también que la Junta está dispuesta a denunciar ante los tribunales al gobierno local del Partido Popular y a su alcaldesa María José García Pelayo por una serie de nombramientos cuyo procedimiento ha respondido a lo que roman paladino es conocido como “dedazo”. Este tipo de dedazo, salvando las distancias, es una forma más refinada, menos chusca pero con la igual falta de decoro que aquel “pollice verso”, con el pulgar hacia arriba, que en la Antigua Roma servía para sentenciar a un gladiador derrotado.
Cuando corren huracanados vientos para la clase política y por ende para el noble arte del servicio a los ciudadanos, se hace más necesaria que nunca una reflexión sosegada y serena sobre la gobernanza, una gobernanza que no puede conformarse con entregarse a la eficacia a cualquier precio porque estará empezando a “enterrar” lo que Churchill definió como el menos malo de los sistemas políticos.
Eloy Alconchel, coordinador de comunicación institucional y 2.0 de Foro Ciudadano de Jerez