La memoria es frágil y el pensamiento humano, fragmentario y casi siempre parcial y sesgado. Casi nunca recordamos con tanto ahínco las cosas positivas como almacenamos y nos torturamos una y otra vez con las negativas. Es más fácil criticar lo malo que preservar y defender lo bueno. No hablemos ya cuando entra en juego el paso del tiempo. Y digo todo esto a propósito de las jornadas impulsadas por el gobierno local del PP para defender un plan integral para el centro histórico, el cual es necesario revitalizar a toda costa y recapitalizar especialmente en el plano ciudadano porque hace ya bastantes años que hemos mirado demasiado a la expansión en lugar de hacia dentro. En esto estamos de acuerdo. Pero hasta dónde llegará la incoherencia, los bandazos y el no saber dónde se pisa de este equipo popular que comanda la alcaldesa Pelayo que en las mismas jornadas se despotrica partidaria y sesgadamente de la gestión urbanística de la ciudad “en los últimos 25 años”, mientras se invita como ponente de ‘prestigio’ a esa jornada a uno de los máximos responsables técnicos municipales del diseño y planificación de la ciudad en esas dos décadas y media.

Como de desmemoriados, o mezquinos, podrán llegar a ser para cometer tamaña idiotez por el simple hecho de no reconocer que lo que bien se hizo, bien hecho está y al César lo que es del César. Porque se podrán poner todos los reparos que se quieran e incluso se podrá pensar que hubo actuaciones no tan acertadas, especialmente, en los años del boom inmobiliario (2000-2007), pero de lo que no hay duda alguna es de la enorme transformación que ha sufrido el centro histórico de la ciudad, y ésta en su conjunto, bajo los diferentes gobiernos de Pedro Pacheco: desde el año 79 a 2003. Desde que lograra en el año 82 su declaración nacional como Bien de Interés Cultural (ahí está el BOE para los olvidadizos), no sólo reimpulsó el centro histórico transformándolo en centro comercial abierto con apuestas tan valientes y positivas (como polémicas fueron en su día) como la peatonalización de Larga y Arenal, sino que se preocupó del patrimonio histórico-artístico (ahí está la ejemplar rehabilitación de San Dionisio, la rehabilitación de los Claustros y la demolición del hotel dentro del Alcázar y la posterior rehabilitación del conjunto monumental) y prácticamente puso punto y final a la infravivienda en los barrios más señeros, promocionando miles de viviendas públicas en la periferia y en el mismo casco histórico que mejoraron considerablemente la calidad de vida de los vecinos. Más tarde, a raíz de ese éxodo de familias humildes que buscaron pisos más dignos y confortables en las barriadas, se produjo en parte esa despoblación y proliferaron las viviendas sin mantenimiento ni inquilinos que acabaron abandonándose o directamente pasando al registro municipal de solares. Y ahí entró de nuevo el carácter visionario de Pacheco, capaz de pergeñar un emblema que hiciera renacer el centro histórico en forma de Ciudad del Flamenco y que, por sí mismo, fuese capaz de hacer florecer todos esos solares y casas semiderruidas. Pero una vez más, Jerez padeció (como sigue padeciendo) el abandono y la marginación sistemática de los Gobiernos autonómico y central dirigidos alternativamente por PSOE y PP, por lo que lo poco que pudo impulsarse se hizo a pulso, una vez más, gracias al esfuerzo de los jerezanos.

Así, grosso modo, queda resumida la historia más reciente del centro histórico, de la que saben mucho los buenos profesionales del Ayuntamiento y de la que poco o nada parecen querer saber los políticos de turno que sólo buscan el rédito fácil y el gran titular sin aportar ideas, proyectos y, sobre todo, ilusión y esperanza. Esto ha sido así y quien quiera olvidarlo que lo haga, pero hay páginas que por mucho que se intente no pueden arrancarse de la historia.

Raúl Ramírez, portavoz de Foro Ciudadano de Jerez