Eran casi las 10 de la noche de este pasado martes 30 de octubre cuando Juan Villar, 76 años, rompía a llorar como un niño ante el público que, llenando prácticamente el Palacio de Congresos de Cádiz, le dedicaba, de pie, una atronadora ovación. La emoción le podía definitivamente a toda una institución del flamenco gaditano, tras más de una hora de homenaje de compañeros y amigos de profesión, que antes de agradecer tanto cariño como mejor sabe hacer, cantando, recibió de manos del alcalde de Cádiz, Bruno García, una placa conmemorativa.
Por solo esos dos minutos de pura emoción, de ver al maestro Villar inmensamente feliz, ha valido la pena esta tercera edición de la Bienal de Flamenco de Cádiz, Jerez y Los Puertos, dedicada a su figura. Afortunadamente, el público, en su mayoría de la capital gaditana, pero también de otras localidades de la provincia, de fuera de ella e incluso de más allá de nuestras fronteras, quiso arropar al cantaor en una noche que para siempre quedará marcada y que ya es historia. En la previa a esta gala, May Fernández, que fue partícipe del homenaje, declaraba su admiración por Villar y, sobre todo, se congratulaba de que este homenaje se le hiciera en vida. Y no le faltó razón.
El periodista y premio nacional de Flamencología, Manuel Martín Martín, fue el conductor de una gala que arrancó con Caracolillo de Cádiz y Rancapino Chico, acompañados a la guitarra por Paco León. Ambos ya pusieron en pie a un público que también puso mucho de su parte. Se notaba en el ambiente que era una noche especial y la sintonía entre artistas y patio de butacas fue espectacular durante toda la noche.
Tras ellos, May Fernández, por bulerías y Samuel Serrano, interpretando ‘En la marisma del cielo’, la sevillana compuesta por Paco Cepero, volvieron a poner en pie al respetable, que ya se dejó la voz y las palmas cuando el maestro Villar, tras recibir su placa, se sentaba para cantar por soleás, acompañado a la guitarra por Manuel Jero, hijo del tristemente desaparecido Periquín, quien tantas veces acompañara también a Juan Villar en tantos y tantos recitales.
Y para rematar, el fin de fiesta, con la familia Villar y la participación también de un gran amigo del maestro, el bailaor Antonio Canales. Se cerraba así una noche que ha entrado, con letras de oro, en la historia del flamenco gaditano y que muchos, con razón, podrán decir el día de mañana “yo estuve allí”.