Se acaba la Semana Santa, y lo hace con los pies descansados, con los trajes guardados sin cera, con los niños todavía ilusionados. Acaba la Semana Santa peor de lo que comenzó, con una lluvia impertinente que se ha atrevido a deslucir la semana más bonita del año, con unos aguaceros indetectables hasta para hermandades históricamente conservadoras. Acaba la Semana Santa, y lo hace de una manera triste, apagada, melancólica…

Tal como se temía, la climatología también ha jugado una mala pasada al Viernes Santo jerezano. Las primeras gotas han hecho acto de presencia sobre las seis y media de la tarde, pese a que las previsiones metereológicas iniciales apuntaban a que no lo haría hasta aproximadamente medianoche. A esa hora ya habían salido Las Viñas y el Cristo, que acabaron suspendiendo sus recorridos. Casi a la vez, El Loreto anunciaba su decisión de no salir en procesión. Poco después hacía lo propio La Piedad, que por tercer año consecutivo no ha podido realizar estación de penitencia. Sorpresa causó también la decisión de La Soledad, anunciada a las siete y media, de hacer caso omiso a la mencionada previsión de lluvia fuerte para más tarde y salir a la calle, pero tuvo que acabar regresando.

En principio, eran cinco las hermandades que iban a realizar su estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral. Con cinco estilos diferentes, por cierto. Desde la parroquia de las Viñas llega la hermandad de la Exaltación, con sus aires de barrio alegre, festivo. Para esta zona de la ciudad, el Viernes Santo en ningún caso es día de luto, sino día de fiesta, de algarabía, de niños corriendo por los portales de esta antigua feligresía jerezana. Llegaba las Viñas con Manuel Jesús Tristán e Isaac Nuñez a los mandos de sus dos cuadrillas.

Loreto, por su parte, aporta el ascetismo. El contrapunto necesario en esta jornada de reflexión, en esta negra jornada en la que la cruz es la verdadera protagonista de la liturgia. María al pie de la cruz, patrona de la aviación, con su pequeño pero exquisito cortejo, con sus aires de cofradías clásica, decimonónica, seria, rigurosa. Loreto como un bálsamo en medio de la tormenta, calmando la ansiedad que produce ver cofradías como Cristo o Soledad, tan potentes, tan devastadoras, tan poderosas en sus formas y en su fondo. Es Loreto la oportunidad de perderse en el tiempo, de buscar un segundo para la oración, de encontrar un motivo más para seguir a María, cuando está al pie de la cruz.

Desde San Telmo, la melena del Cristo debía bendecir Jerez con su presencia, y María Santísima del Valle, también coronada, se presenta como una buena manera de terminar el Viernes Santo.

La última de las hermandades, la de la Piedad, representa lo clásico, lo estéticamente inigualable, la verdadera esencia del Viernes Santo jerezano. Un cirial por cada persona presente en el entierro de Cristo antecediendo al Cristo Yacente, y un duelo en el paso de palio de la Virgen de la Piedad que lo convierten en santo y seña de nuestra Semana Santa, más allá de nuestras fronteras. Un palio único, inigualable, que sirve para poner el broche de oro a la Semana Santa… si es que la Soledad se lo permite.

Porque ver a la Soledad por la Porvera, conocer su caminar de vuelta a casa, debe llenar el corazón de Semana Santa hasta tal punto que no te permita ver nada más hasta el próximo Domingo de Ramos. Es un espectáculo inigualable donde las manos de la Virgen, y su cara, llenan la Porvera con su sola presencia. Bien es cierto que justo delante va el misterio más impactante de nuestra ciudad, que los costaleros que lleva Jesús Lineros hacen un esfuerzo inhumano para llegar, y llegar con categoría, hasta la Victoria de nuevo, que el cortejo de la Soledad, vistoso y numeroso, es de esos que bien merece la pena observar… Todo eso es cierto. Pero detrás, va la Soledad. Y con Ella, entre sus manos, se muere la Semana Santa de Jerez.