Jerez, cuando se viste con sus galas de octubre, encierra de unos años a esta parte algunos tesoros desconocidos. Procesiones, imágenes de gloria, barrios enteros entregados a la Virgen María. Así pasó el sábado por las calles de San Miguel, cuando el Rosario de la Yedra, una de las advocaciones de gloria más consolidadas de la ciudad, volvió a contagiar de ilusión y felicidad las aletargadas casas de vecinos del histórico arrabal jerezano.
Una procesión que contó con la presencia de Miguel Jaén mandando la cuadrilla, un cortejo de hermanos coqueto y elegante, y los sones musicales de la banda de los Rosales, que interpretó marchas melódicas como Madrugá Macarena, Valle de Sevilla, o clásicos como Amarguras bajando la calle Molineros. Una procesión que la hermandad decidió, hace ya muchos años, rodear de empaque y rotundidad, y que ahora ve sus frutos gracias al buen hacer de todos los cofrades de la Plazuela.













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Nada hombre, a seguir sacando santos, que con eso se arreglan los problemas de Jerez…