Sucedió como se lo cuento… La Esperanza había pasado, perfumando la Porvera con su tradicional olor a hierbabuena, salpicado del perfume del nardo, cuando la Soledad se quedó sola… Pasó la Esperanza por la Victoria con la elegancia de quien se sabe guapa, coqueta y admirada, y allí quedó, enfrente, la belleza desnuda de la Soledad… Apenas fue un minuto…
Pronto, frente a Ella, fueron entrando oraciones, plegarias, miradas… Gente que necesitaba mirar de frente el leve declinar de su rostro, convirtiendo la algarabía de la Esperanza, la de la piel del color de la aceituna, en la oración pausada de la que se aferra al clavo como quien se aferra a su propia vida. Dos dolorosas tan distintas, que Jerez se quedaría coja sin una de ellas. Dos dolorosas que bien merecen una corona de oro.
Una, la tendrá el próximo año. La otra, viendo lo que ocurrió anoche en la Victoria, la tendrá mucho antes de lo que muchos creen…














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